A cualquier hora
y en cualquier lugar
un Ave María deletreada
un credo oculto entre las piedras
y un rezo de palmeras
Una santa metida entre las aguas
cuatro palabras por destino
bajo la sombra de aquel cerro
y el eco extendido de las calles
sostienen la voz de la ciudad.
En el olvidado dibujo de las calles
entre las voces de las piedras
y el oxidado susurrar de las acequias
el recuerdo de mi madre
pronuncia y abraza
el nombre y la memoria de mi padre.
Más abajo
en el cruce de las calles
y el abrazo de los
la voz de la hojarasca
y los gritos del olvido
pronuncian los rostros y recuerdos
con la voz de la ciudad.
Al final
de aquella línea
antigua y familiar
de la iglesia al cementerio
sonríen unos niños
desde el rostro y el tejado
de una casa de paredes
y recuerdos amarillos
y frente al portal del camposanto
desde unas ventanas semiabiertas
con telarañas de olvidos y nostalgias
la magia y el asombro
de unas caras de inocencia
contemplan la voz del eucalipto
y el aroma de los pinos
en medio del trino de los pájaros
y el aleteo de los años.
En la tarde de las calles
y el silencio de las casas
Se extingue entre hojarascas y recuerdos
la voz de la ciudad.