Disfruta el Prólogo al libro Mujer de nada de Vanessa Giacoman

Disfruta el  Prólogo al libro Mujer de nada de Vanessa Giacoman

Prólogo al libro Mujer de nada de Vanessa Giacoman

 

Di tu nombre aunque no puedas,

distínguelo entre la bruma,

no dejes que la nada lo aleje:

en él están todas tus respuestas

-Redención, Vanessa Giacoman

 

En el verano del 2020 tuve el honor de conocer a la narradora Vanessa Giacoman quien vino desde Bolivia a visitarnos a la ciudad del Sol, Quilpué, Chile. Recorrimos juntas el litoral en la hermosa Cartagena, sin yo saber que tanto como cuentista es también una gran poeta que hoy nos sorprende con esta primicia en lo que refiere a la trayectoria de su obra, una nueva edición del poemario Mujer de nada.

En este libro Vanessa toma en sus manos la oportunidad de ser voz de la mujer latinoamericana que mira en su niñez la libertad que queda atrás por un deber ser que rechaza al punto de desear haber muerto en el vientre en el poema Niña vieja “para no beber el trago mortal de la vida” que advierte la consciencia de su ser en una sociedad que le “obligó a ser mujer”. “Mujer de nada” me suena a la voz de las poetas latinoamericanas que arrebatadas del regazo de nuestras madres literarias como niñas huachas buscamos a tientas cómo crecer, avanzando y retrocediendo por tres como esa voz en Frágil que reclama a su niña de “cabellos salvajes” y en el poema Monstruo rojo se pregunta “por qué nací mujer”. En esta sensación se encuentra el hablante mientras a la vez, busca la aprobación de su cuerpo, la aprobación de sus versos, quiere ser valorada en el poema Anestesias galácticas, canta y se adapta a la sociedad que la ve crecer “(…) el bisturí quebró mis instintos paseándose por mi cuerpo (…) Desperté en anestesias galácticas, respirando como una Barbie, con pulmones de plástico y un corazón de Mattel.” Pero, solo es un personaje que utiliza para ocupar un espacio “luciendo en mis ojos una macabra falsedad”.

Luego, el poema Muda me lleva a recordar cuando se nos pregunta si buscamos imponer un matriarcado. Entender el feminismo desde una mirada miope como es la perspectiva patriarcal lleva a estas preguntas asustadizas de quienes temen perder sus privilegios y pretenden sostener la tiranía desde una perspectiva unilateral y jerárquica que necesita con urgencia deconstruirse o perecer. El grito de la madre latinoamericana es la madre que lucha para la emancipación de sus hijas como han luchado nuestras madres literarias que murieron en nuestra reivindicación, madres que en su resistencia defendieron nuestras letras invisibles. Madres que en su rebeldía de ser poetas transgredieron el deber ser, madres suicidas, madres “no aptas para señoritas” como dijera Teresa Wilms Montt.

 

“Perdí mi boca en boiches húmedos y ahogados;

si alguien escucha el grito de pastel seco

que horneé para mis hijas, digánles:

Mi alma se quedó en una acera podrida” (Rastros)

 

            Desde mi ser profundo me pregunto por qué ser mujer en este mundo debe ser una condena, comparto las palabras de Vanessa en el poema Muñeca vieja, ¿quién querría comprar una de esas muñecas viejas que venden en la feria? Una muñeca marcada por los años, una muñeca usada, una muñeca gastada. El peso de la vejez en la sociedad latinoamericana es como el mismo pecado que nacer, una condena que se cada día aumenta o disminuye según lo queramos ver: “Mis arrugas son alfileres tortuosos, mi sexo se alimenta de escarnio; soy una muñeca vieja que llora realidades incongruentes”. Comienza así la desfragmentación de un cuerpo sin raíces, como Frida Kahlo, un cuerpo sin pies, un cuerpo sin regazo donde caer, un cuerpo sin madre para llorar, sin tierra para sembrar, una mujer de nada como un árbol talado que quisiera crecer. Un cuerpo sin representatividad como en Espejo roto donde se ve a sí misma caer, “los espejos rotos me hablan para cantarle a mi abismo, no tengo ojos, ni sombra; tengo en mi cuello el tatuaje de tu historia”. También en el poema Mujer de nada donde “la nada viste mi memoria” y:

 

El infierno sólo es una tela roja

que se lava en las iglesias sin nombre,

repiten el acto incestuoso

los seres que carcomen mis idílicos amores.

(…)

No supe beber el veneno de las calles llenas de orina,

tampoco vi el purgatorio de los prostíbulos,

estoy hueca en una rutina innecesaria,

soy la leona que seduce una hoja blanca

(…)

Artout News

            Luego, en el poema Cirugía deambula vagabunda al encuentro consigo misma y al encuentro con esa madre que en su pecho acune su llegada: “Bosques sin árboles han visto mi peregrinaje (…) en tumbas sin nombre he reposado mi alma (…) [y] burlado la muerte obstinada”. Por mi parte espero el día que abracemos la sabiduría de nuestro envejecer, juntas, con la esperanza del poema Metamorfosis “la razón es sólo un hombre con canas que se muere al verme”.

            Somos herederas de las poetas latinoamericanas y, parafraseando a Vanessa Giacoman, vamos a gritar al mundo nuestros nombres porque aún sonreímos a las desnudeces de nuestra alma, donde guardamos nuestro corazón de niña y esperanza. Porque nos queremos vivas y esta vez no le daremos el gusto al canon de morirnos sin cantar antes nuestras palabras al viento desde la sierra, desde la selva, desde los cerros, desde el mar, desde el desierto y desde los ríos que emanan salvajes desde la alta cordillera siendo igualmente domesticados en su femenino marginal. Y digo, como en el poema Vacío “Si la sociedad quiere cuestionar verdades, que los espejos se rompan y que caigan una a una las falsedades, no será en vano buscar las alas del vacío”. Así es que les propongo que tomadas de las manos cual ronda mistraliana, escribamos nuestra historia huacha porque somos mujeres de nada y no tenemos nada que perder. Es así como leo a Vanessa Giacoman, una artista que se articula en la memoria de nuestro linaje de escritoras ensayistas, poetas y narradoras de este América austral.

 

Con cariño,

Carla Morales Brito

Escritora

Quilpué

Chile

2022

 

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