Trágica partida que deja en orfandad al arte tachirense

Artout News

Por Freddy Omar Durán. Mancillado quedó el único espacio en San Cristóbal donde el  arte gozó de libertad absoluta, mas no así la memoria de José Antonio Sánchez Pulido, propietario de la Quinta Lis, hombre que, no pocas veces contrariado por la insensibilidad general hacia el arte, apostó por un proyecto particular, que no necesitó “olisquear” fondos públicos.

Esa convicción hizo que “Toño” fuese multitareas,  y perfectamente pudiese bajar de la tarima luego del recital de poesía, para atender a sus invitados, y ofrecerles platos vegetarianos, así como bebidas espirituosas preparadas por el mismo. Visitantes rodeados por mucho del arte forjado por su propio ingenio, y de una colección alimentada por los aportes de sus colegas en la plástica, todo bajo el buen gusto heredado de su señora madre

Porque ser libre tiene un precio… un precio que puede ser tu propia vida, misma que fue arrebatada para el mundo de la cultura, por una las más viles y estridentes formas de la crisis venezolana, la violencia, el martes 18 de mayo, espécimen perteneciente a una pérfida familia,  también integrada por su silenciosa y artera hermana, la indiferencia.

Sería la Quinta Lis lugar de eventos libertarios sin precedentes dentro de una parroquiana San Cristóbal, donde el único requisito para estar presentes era estar desnudos, sin malicias, sin jamás caer en el escándalo ni el abuso, pues de lo único que se trataba era de demostrar que todos nosotros estamos imbuidos en un objeto de arte por excelencia: el cuerpo, libre de convenciones de todo tipo, incluso la de los parámetros de belleza.

Y aunque solitario por naturaleza, no estuvo tan solo a la hora de gestar muchos de sus sueños, incluso, una nueva y no tan nueva generación de artistas, músicos y escritores se sintonizó con sus “locuras”. A sus cortados de tajo 65 años, ya había involucrado a muchos de sus amigos a sus grandes visiones en las que siempre la poesía y la plástica se fundían en una sola manifestación.

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Con una trayectoria de reconocimientos como una mención especial en el XXIV Salón Internacional De Pintura Primitiva Moderna. Galería Pro Arte Kasper, Morgues, Suiza (1995); y el  Premio Ferimar del XVII Salón Municipal de Pintura del Municipio Girardot. Venezuela (1997), y el grado universitario de  Diseñador Ambiental, poco o nada hacía aspavientos de sus logros, y su mirada estaba siempre puesta en el presente, aunque le hacía guiños al futuro. Su experiencia con la poesía visual en España, al participar en los talleres  organizados por la Asociació Tertúlia Literari La Buhardilla de Valencia, lo equiparía de ideas frescas a su regreso a San Cristóbal, y las compartiría a otros que como él han creído en un concepto integral del arte y en la poesía como su alma fundamental apoyando desde su propio espacio las nuevas generaciones de artistas, y a colectivos como Jóvenes Artistas Urbanos y la Fundación Bordes. Mas allá del objeto materializado en el reciclaje, el registro audiovisual o en la escritura –siendo el collage una de sus técnicas favoritas-José Antonio Sánchez era en sí mismo una obra de arte, por eso ningún objeto físico, por muy expresivo que fuera, va a compensar su irreparable pérdida. El Táchira se quedó sin sus sueños, en esta época que tantos necesitamos de ellos para levantarnos, y eso ya es irreversible. Tal vez en la lectura de la intensidad de su poesía tengamos la ocasión de un reencuentro espiritual con “Toño”, o de sus testimonios perpetuados por la memoria audiovisual.

Era un convencido de la causa animalista y vegetariana, y para el eso de que “la tauromaquia es arte”, sonaba a pura abominación. Su casa no solo fue un templo de la libre expresión, pues igual mente fungió de refugio, para animales abandonados, en su concepto, los verdaderos desamparados de la sociedad.

Como bien dijo la escultora y poetisa, Elsa Sanguino, Toño jamás necesitó hacer alarde de nada, su trabajo en totalidad se sostenía por si mismo, sin aspavientos ni alboroto. Trabajó por pasión, no por figurar o por tener el subidón de los aplausos.
Fue siempre frontal y directo, las máscaras no le iban, menos aún los fingimientos por conveniencia.  Cosas que    son harto habituales en el medio.

De su talla humana, la fotógrafo Ana Berta López da perfecta cuenta: José Antonio era una persona sumamente cálida. Una buena persona, con una sensibilidad enorme, con una mente muy crítica, muy clara. Un hombre que vivía por y para el arte, ese era su amor, su pasión. Amoroso sus animales, con sus plantas, con sus amigos. Tenía sus parámetros e ideas muy precisas, y no cambiaba su posición tan fácilmente. El le dio la mano a mucha gente, sin alarde alguno. Un hombre que creía que el arte nos podía como sociedad y país. Yo si pienso que fue una terrible pérdida para el ámbito cultural nuestro.

 

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