La emblemática artista porteña lo celebra en plenitud, este martes en el Malba. Hitos de una obra inconfundible: de “La destrucción” a “El pago de la deuda con choclos”, pasando por un Obelisco de pan dulce y un Partenón de libros.
A sus 80 años (los celebrará este martes con una performance en el Malba en la que se casará “con la eternidad”), la artista Marta Minujín tiene un gran 2023 por delante, con exposiciones en la Pinacoteca de San Pablo, el Museo Judío de Nueva York y varias en Europa. Es un aniversario que la vuelve a encontrar en la cima de una carrera pionera y vanguardista que comenzó en 1963 con La destrucción y que a lo largo del tiempo incluyó hitos como El pago de la deuda externa con choclos en 1985, o La Menesunda, en los años 60.
En una una acción similar al Casamiento con el arte que organizó en 2013 cuando cumplió 70, el Malba volverá a ser escenario para su performance Casamiento con la eternidad, el puntapié de los festejos por sus 80 años. En la experiencia anterior todo fue blanco, pero esta vez los invitados deberán ir vestidos de negro, con anteojos de sol. La torta será de caviar negro y el champagne será negro también.
Marta Minujin cumple 80 años y lo celebrará con un "Casamiento con la eternidad", este martes en el Museo de Arte latinoamericano de Buenos Aires (Foto: Swen Pförtner/dpa/Alamy Live News)
En 1964 comenzaría con su serie de colchones intervenidos, pintados de colores estridentes, fluorescentes, de formas variadas (como Revuélquese y viva o Eróticos en technicolor), una serie que la acompañaría durante el resto de su carrera. “Nacemos, morimos, hacemos el amor, pasamos gran parte de nuestra existencia en un colchón”, decía.
De regreso en Buenos Aires, en 1965 llegaría otra de sus obras destacadas, La Menesunda, instalada originalmente en en el Instituto Di Tella y reconstruida para su 50° aniversario en el Museo Moderno de Buenos Aires, presentada como un laberinto de once ambientes que provocan aromas, sensaciones y experiencias de todo tipo en el espectador, lo que representó una ruptura respecto a los lenguajes visuales de la época.
La por entonces inusual obra buscaba provocar al espectador y sacarlo de la calma de su cotidianeidad: luces de neón en una sala, una pareja acostada en paños menores en una cama, olor a fritura, una maquilladora profesional y una masajista que ofrecían sus servicios, una heladera con temperaturas bajo cero, o ventiladores que hacían volar gran cantidad de papel picado. Su gran logro fue el “arte de participación masiva, el arte que es para todos, que no es elitista”, recordaba la reina argentina del pop art en una entrevista. Había largas filas todos los días para ingresar a ver la obra que tenía indignada a la prensa de entonces: “lamentable”, “decadente y de mal gusto”, “sentimos que nos han tomado el pelo”, eran algunos comentarios publicados en los diarios de la época.
Influenciada por el entorno intelectual que rodeaba al Instituto Torcuato Di Tella, creó también Simultaneidad en simultaneidad en 1966, una acción en la que invitó a figuras famosas, según su popularidad mediática, quienes fueron filmados, fotografiados, registrados por un circuito cerrado de televisión. A los tres días, estos personajes eran invitados otra vez a la sala de un teatro, en esta oportunidad para verse “invadidos” por los diferentes medios de comunicación: las fotografías, los videos, el audio de sus propias voces y el registro de sus propios movimientos se sumaba a la aparición de personas que en el mismo momento les entregaban un telegrama, e incluso escuchaban sus propios nombres en el noticiero del momento. Una invitación a sentirse alienado por la tecnología. La vanguardia total.
La primera obra de participación masiva en la Argentina sería El Obelisco de pan dulce (en noviembre de 1979), una estructura de 25 metros cubierta por 10.000 unidades de pan dulce, en la Feria de las Naciones. Al cabo de diez días, cuando desmontaron la obra para repartir el pan dulce, el entusiasmo del público por obtener uno se convirtió en golpes, caídas, forcejeos y la intervención de los bomberos voluntarios. Esa pieza pertenecía a la serie La caída de los mitos universales y en esa misma línea se inscribió Carlos Gardel de fuego (1981), doce metros de altura recubiertos de algodón, incinerados, que presentó con atrevimiento en la Bienal de Medellín, la misma ciudad donde murió el cantante de tango en un accidente aéreo.
Marta Minujín en Kassel, con su Partenón (Foto: AFP)
Una gran repercusión tuvo en 1983, en los días previos al regreso de la democracia, El Partenón de Libros, un homenaje a la acrópolis de Grecia, recubierto por 20 mil libros que habían sido prohibidos durante la última dictadura cívico-militar. La obra fue recreada en 2017 para la prestigiosa exposición documenta de Kassel, Alemania, una construcción de 70 metros de ancho por 30 de alto, con cien mil libros prohibidos de todas partes del mundo, que al finalizar la acción fueron donados.
El año 1985 sería el de otra acción icónica, El pago de la deuda externa con choclos, el oro Latinoamericano, una serie de fotografías junto a Andy Warhol en la mítica The Factory, Nueva York, donde dispuso el maíz en el piso de la entrada y en el medio del montículo se ubicaron dos sillas, donde se sentaron ambos, dándose la espalda uno al otro.
Te puede interesar: Marta Minujín: donación a la Ciudad, nuevo libro, “boda con la eternidad” y 4 muestras por del mundo
La performance consistió en una secuencia de doce movimientos en un giro de 360 grados en los cuales recrearon la acción de ofrecimiento, aceptación y concreción del pago de la deuda con choclos, los cuales fueron registrados por el fotógrafo Claudio Leiman. Al finalizar, repartieron las mazorcas entre la gente que pasaba por el Empire State Building, recordó Minujín en una entrevista.
Fuente: INFOBAE